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Habilidades, Comidas y Esperanza

Joan Cary 15 de Enero de 2018

A la edad de 6 años, Joseph Pagulayan fue abandonado y deambulaba solo por las calles de Manila, Filipinas.

Sobrevivía como un "perro callejero", todos los días comía lo que la gente tiraba a la basura.

Su mundo era el mercado público donde todos los días conseguía unos cuantos pesos cargando cubetas de pescado desde los camiones hasta las pescaderías, y dormía donde la noche lo encontrara.

Hago esto de gratis porque me doy cuenta de que la vida es realmente demasiado dura para vivirla si los niños no están educados, si no tienen padres ni nadie en quien depender o que los ayude.

Él recuerda que no tenía sueños.

Solo tenía la necesidad de sobrevivir.

Pero un día alguien—no recuerda quién—lo llevó al Centro Leonístico para Niños de la Calle.

Por 10 años fue su albergue, tuvo comida, ropa, albergue y amigos. 

Lo educaron y lo entrenaron como barbero.

Hasta que cumplió 18 años de edad tuvo un hogar.

Pagulayan ahora tiene 29 años, está casado, tiene dos niños y trabaja como barbero.

Y regresa a su hogar en el centro a menudo para tocar la guitarra y cortarles el pelo a los niños que lo adoran.  

“Hago esto de gratis porque me doy cuenta de que la vida es realmente demasiado dura para vivirla si los niños no están educados, si no tienen padres ni nadie en quien depender o que los ayude" - él dice.

Pagulayan está en pie gracias a los Leones.

En 1998, el León Emmanuel (Manny) Cuasay y el exgobernador Heracillo Palad (ahora fallecido) reunieron a los Leones de la ciudad de Quezon Cubao y les alentaron a “hacer algo por los niños ”.

Algo para ayudar a los niños necesitados en las Filipinas—a los miles de niños que deambulan por las calles día y noche sin un hogar al que ir.

Han sido abandonados y abusados, los padres de muchos de ellos no tienen recursos para mantenerlos.

Dirigidos por Cuasay, los Leones formaron una colaboración con el Departamento de Servicios Sociales de la ciudad, y con la ayuda de una subvención de LCIF en el año 2000 establecieron el Centro para Niños de la Calle.

En 2005, con otra subvención de LCIF, añadieron el Centro de Entrenamiento Vocacional donde los niños de 12 años y mayores aprenden habilidades técnicas, cocina, carpintería, peluquería, para que pudieran ganarse la vida a los 18 años.

Cerca de 250 niños viven en la aldea que incluye cuatro casas - dos para niños y dos para niñas de 5 a 18 años, Cuasay dice. 

Aunque el Departamento de Servicios Sociales proporciona los empleados del centro, hay cinco síndicos de los cuatro clubes de Leones del Distrito 301 D2 que supervisan el hogar dedicado a los niños más pequeños. 

Cuasay dice que el centro cuenta con el apoyo de los clubes de Leones y otras organizaciones, pero las operaciones diarias, como las reparaciones del edificio y los problemas relacionados con los niños caen bajo la responsabilidad de los síndicos y especialmente de Cuasay, quien va a la aldea por lo menos una vez a la semana.

“Siento mucho no poder hacer más por ellos” - Cuasay dice.

“Pero me siento feliz de hacer lo poco que hago, porque es mejor dar un poco que nada.”

Jenelyn Cabrera, de 26 años se entrenó como peluquera durante los tres años que vivió en el centro.

Nació en una familia muy pobre en una provincia del sur. Se escondió en un barco que salía para Manila donde se convirtió en una niña de la calle que deambulaba por el puerto hasta que alguien se compadeció de ella y la llevó al albergue.

Ahora ella vive cerca de su trabajo, pero viaja muy lejos para ayudar a su padre y hermanos que vive en extrema pobreza.

Su padre gana $ 10 al día como carpintero.

“Siento mucho que haya más historias tristes que alegres que contar" - dice Cuasay.

“Pero las cosas están un poco mejor porque los Leones están ahí.

Durante 17 años hemos hecho todo lo posible, dando pequeños pasos para hacer que las vidas de los niños marginados sean un poco mejores. 

No podemos cerrarle las puertas a los niños."

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